miércoles, 3 de abril de 2013

El Período Radical: primer gobierno de Irigoyen (1916-1922)

     La Unión Cívica Radical, surgida en 1890, había protagonizado varias revoluciones fallidas contra los sectores gobernantes representados con el apelativo Generación del '80. En 1912 se aprobó la Ley de Sufragio Universal, cuya puesta en práctica (sabían todos) permitiría al fin el acceso de la UCR al gonierno nacional. Su líder histórico, don Hipólito Irigoyen, logró así convertirse en presidente en 1916.


     Los seguidores de este partido eran mayoritariamente familias campesinas llegadas de Europa y que debían arrendar (alquilar) los campos donde cultivaban, y comerciantes o dueños de talleres en las ciudades (también, en general, inmigrantes con sus hijos): es decir, la pequeña burguesía, también llamada clase media. Si bien estos sectores tenían diferencias respecto a las políticas llevadas a cabo por sus antecesores conservadores, las cuales sólo beneficiaban a los grandes terratenientes, esto no significaba en líneas generales una mejoría en la situación de los sectores populares: obreros urbanos (inmigrantes en muchos casos, también) y minifundistas criollos de las provincias del NEA y del NOA, así como los peones de las grandes estancias de la Pampa y la Patagonia.

     Esta composición de los sectores sociales que apoyaban al gobierno se hizo patente en primer lugar en junio de 1918, con la Reforma Universitaria que empezó en Córdoba y que se irradió pronto por gran parte de América Latina. Básicamente, consistió en el reconocimiento de la igualdad de oportunidades y gratuidad de la educación superior, y en el gobierno democrático de la universidad (cogobierno en el cual los representantes de profesores, graduados y alumnos deciden conjuntamente). Era un triunfo de la pequeña burguesía contra los grupos dueños del poder. La siguiente imagen, tomada de La Voz del Interior, muestra la toma de la facultad.


     Pero el verdadero rumbo del gobierno radical quedó expuesto con el estallido de una huelga en la metalúrgica Vasena -una de las primeras fábricas grandes de Buenos Aires, surgidas en el marco de la sustitución de importaciones a causa de la I Guerra Mundial-, en enero de 1919. Las reivindicaciones de los obreros eran mínimas: jornada laboral de 8 horas, pago de horas extras, aumento salarial. La falta de diálogo provocó que grupos sindicales hicieran piquetes para impedir la entrada de materias primas.


     Los gerentes de la empresa, y dueños originales, eran integrantes de la familia Vasena (un descendiente de ellos, Adalbert Krieger Vasena, fue ministro de economía en la dictadura de Onganía...). Pero la empresa había sido comprada por ingleses. El gobierno ayudó a los gerentes a organizar grupos represivos (rompehuelgas acompañados por policías) que provocaron 4 muertes, el 7 de enero, en los barrios de San Cristóbal y Parque Patricios. Al mismo tiempo, también con apoyo oficial, jóvenes de la oligarquía crearon la Liga Patriótica, grupo de choque fascista al estilo de las SA y SS nazis en Alemania.



     Cuando se produjo una marcha masiva para enterrar a los asesinados, nuevas represiones policiales y de estos grupos provocaron decenas de nuevas víctimas, en Corrientes y Yatay, y luego dentro del Cementerio de la Chacarita. Se produjeron incidentes de tal magnitud, que nunca se supo el número exacto de muertos, pero se calculan unos 700.


     Ante la marcha de los acontecimientos, y con la burguesía asustada por el peligro bolchevique (no hacía mucho más de un año del inicio de la Revolución Rusa), los empresarios y el gobierno debieron aceptar las demandas de los obreros. El jefe de policía, Elpidio González, no sólo no fue investigado por la masacre, sino que sería el vicepresidente de don Marcelo Torcuato de Alvear en el mandato 1922-1928...


     Entre 1921 y 1922, otro conflicto laboral, en este caso en las estancias santacruceñas, provocó la represión conocida como Patagonia Rebelde o Patagonia Trágica. Otra vez, la respuesta del gobierno a los patrones (la mayoría de los estancieros eran ingleses y sólo los administradores o capataces eran argentinos y vivían en el país) fue el envío del ejército, con otra cifra centenaria de muertos, y deportados (inmigrantes a los que se echaba de vuelta a su país de origen si pretendían reclamar por sus terribles condiciones laborales).


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